Acerca de un hecho ominoso
Medellín es una ciudad
interesante en muchos sentidos y con cosas sorprendentes en cultura, arte,
desarrollo tecnológico y científico. En ello, la Universidad de Antioquia tiene
su aporte, al igual que otras, múltiples, iniciativas individuales y
colectivas. Pero en la cotidianeidad, Medellín no deja de ser una ciudad
hostil, complicada y difícil. Esta última condición, para alguien como yo que
lleva trabajando muchos años en la universidad, y de modo fundamental en el campus
de ciudad universitaria, hacía que la llegada a la misma se convirtiera en un
halo refrescante y un acicate tranquilizador para el desarrollo de esa
actividad llamada trabajo y que ocupa la mayor parte de la vida. Pero con el paso
del tiempo, ha resultado lo contrario, y este campus anhelado viene resultando
peor que la ciudad que lo rodea. Bueno, allá afuera puede haber sanción para mí
y para los otros, y eso morigera un poco mi conducta y la de los otros. Un
poco. Pero acá adentro eso no ocurre y eso lo hace más difícil y temido.
Asistimos a una desinstitucionalización rápida y sin freno, que opera como
consecuencia lógica del aislamiento del mundo que nos rodea. Este aislamiento
creemos todos es base constitutiva para la libertad de la que gozamos en este
ágora, de modo que el campus sirve a lo mejor y a lo peor, y es obvio que lo
peor es más notorio porque daña, porque deja huellas, porque como le pasa a la
mayoría de los humanos, por razones muy diversas, resulta más fascinante que un
acto bello o un descubrimiento sorprendente.
Las motos, incluida la mía, en
el transcurso del mes, salen del campus. Seguramente este se verá transformado,
sin embargo lo seguiremos habitando los mismos, que es lo que es verdaderamente
preocupante, pues los signos de la desinstitucionalización son múltiples y las
motos solo son objetos de uso.
Como motociclista referiré una
pequeña anécdota. Llego a un lugar y de manera descuidada parqueo la moto
taponando una rampa para discapacitados. Como le ocurrió al Profesor Hernando
Muñoz, en ese preciso momento apareció un hombre caminando con dificultad
apoyado en un bastón y mi moto por supuesto le impedía continuar su marcha. Me
llamó la atención y me avergonzó. Pedí disculpas, le concedí la razón y retiré
la moto. Profesor Hernando, me dirijo a usted recordando ese hombre del bastón,
y la manera como un hecho formativo se convierte para usted en un hecho
ominoso. En nombre de los motociclistas que hemos ocupado el campus le pido
disculpas por lo acontecido que ya es un hecho de la llamada vida
universitaria. En nombre de una comunidad que no me ha autorizado para
escribirle esto, pero que como miembro de la misma siento que debo poner alguna
palabra, pido disculpas. Por último, quiero decirle que en lo que hemos
compartido creo reconocer en usted un buen hombre y un buen ciudadano,
circunstancias que me permiten compartirle esta reflexión: cada día comprendo
mejor lo que para mí, transcurriendo los años, viene significando la libertad:
sentir vergüenza sin vivir avergonzado, sentir culpa sin sentirme culpable de
todo e ir conquistando el pudor y el respeto en el trato con los demás. No está
basada en el ejercicio de derechos sueltos y circunstanciales y muchas veces
caprichosos. Creo que la única auténtica libertad es la que va conquistando
serenidad.
Algún día, Jorge Luis
Restrepo, hombre prudente y civilizado, en una conversación o mejor, en
coloquio, a manera de confesión me dijo lo siguiente: el problema de esta
universidad es estético, y de allí se desprenden la mayoría de los problemas
éticos que nos rodean en la universidad.
Profesor Hernando, espero que
todos los sinsabores que le ha causado este sencillo acto pedagógico no
persistan en usted entorpeciendo su vocación ciudadana y universitaria pues
creo al igual que usted, que la universidad no puede ser simplemente el reflejo
de la sociedad, que es el discurso que se viene imponiendo, sino que nuestra
responsabilidad es exactamente luchar para que el campus establezca la
diferencia propendiendo porque este sea usado para lo mejor.
Humberto Acosta M.
Jefe Depto. de Psicoanálisis
No hay comentarios.:
Publicar un comentario