miércoles, 6 de noviembre de 2013

Hoy la universidad estaba desierta…


30 de octubre de 2013

Hoy la universidad estaba desierta…

 

Hoy 30 de Octubre fue un día duro en la Universidad de Antioquia por dos razones fundamentales: por la soledad de la biblioteca, el museo, los corredores y plazoletas, y por la marca que dejaron dos muertes que no puedo apartar de mi consciencia y me empujan a buscar el sentido que tiene esta coincidencia. Empeñada en traducir el sentimiento que las muertes me producen, afanada por comprender la diferencia entre estos dos desenlaces fatales, me serví de las enseñanzas del psicoanálisis, y recordé que siempre el sentido viene del Otro, que la comunicación está interferida por el maravilloso malentedido que la articulación significante propicia, mostrando que el decir del hablante está regulado por la escucha del Otro.
 
Las dos muertes, dolorosas, enmarcan entonces el des-solado escenario de la Universidad de Antioquia: La primera muerte que se dio y supe, fue la del Maestro, que estremeció mi alma; la segunda, la del joven, que sentí en las entrañas e interrogó mi esperanza.
 
La muerte del Maestro Saúl Sanchez, nos deja una propuesta de vida, nos deja un estilo que seguir porque su verdad conquistada con su trabajo, logró hacer escuela de pensamiento en el departamento de psicología. Saúl también fue conocido en el Instituto de filosofía, y su actividad de enseñante la mantuvo hasta hace poco, porque después de jubilado seguía reuniéndose con sus alumnos a quienes amaba y que lo amaban.
 
La segunda la muerte es absurda, no solo porque se trata de un joven de 22 años que apenas empezaba la vida e iniciaba el camino del saber y que no podemos comprender porque no hay respuesta al por qué actuaba así, ni en qué creía, ni por qué lo hizo. Un enigma nos deja sobre lo que fueron sus deseos, sus preguntas, sus dudas, temores, y angustias; las palabras que no pudo decir quedaron suspendidas sin poder ser escuchadas.

Pero si articulamos las dos muertes que azarosamente se dieron, encontramos a posteriori un sentido, porque ambos son representantes de nuestra comunidad académica. Esta muerte, la segunda, muestra la importancia y el llamado y enseñanza que hace la primera: ese llamado es a la vida, a las posibilidades que existen en el saber, como otra forma de lucha, otra forma de existencia más humana…el saber perdura, y hoy más que nunca, necesitamos ver que lo absurdo de una muerte, prematura, nos remite al maestro que el alma mater requiere para encontrar nuevas formas de convivencia en nuestro lazo social. Y no puedo dejar de preguntarme si la primera muerte, la del maestro, es decir, su falta, no condiciona acaso la segunda muerte, la del joven?

Por esta razón y por otras, seguramente, la universidad está desierta; desierta de certezas que orienten, de premisas que guíen; la universidad está fría porque la muerte hizo presencia, está haciendo presencia. La muerte llegó el mismo día a la universidad para llevarse con ella a dos “representantes” de la experiencia, de dinámica vital que está en juego en nuestra alma mater: al maestro y al alumno. Por eso el escenario del día 30 de octubre de 2013 fue ominoso, por lo paradójico y contradictorio que cada personaje representa: El maestro Saúl, le enseñaría al joven lo que es la vida, y la riqueza que tienen placeres como la lectura, el buen cine, el buen vino y los manjares que se comparten con los amigos; ese maestro que fue Saul para todos, le enseñaría lo que es la humanidad, porque él estaba muy cerca de los ideales griegos, a quienes veneraba: él era sabio y erudito, pero humilde y a la vez apasionado en su discurso; siempre quería saber más y se interesaba por desentrañar en las letras la sabia que nutre el sentido de la existencia. Él como pocos, le mostraría que delicia estaba encerrada en el pensamiento universal, universitario. Su palabra tímida, sin pretensiones, habrían resonado en la psique del joven alumno; habrían tocado esa Psique de la que habló además de Freud, Erwin Rohde, en su bello texto Psique, la idea del alma y la inmortalidad entre los griegos.
 
Y el mayor legado del maestro son sus egresados que lo amaron, y que cuando iba a dictar una clase, se llenaban las aulas que mantuvo abiertas y donde trasmitía, religiosamente, lo que previamente con cuidado obsesivo y compromiso por sus estudiantes, preparaba. Cada clase lo angustiaba, porque su preocupación mayor era no estar a la altura de las preguntas de sus alumnos; y sufría, pero también gozaba estudiando para ellos.
 
En nombre de Saúl, nombre bíblico seguiremos hablando, estudiando, escuchando música, con preferencia opera y el canto gregoriano, para poder seguir creyendo que es posible una universidad culta como el nos enseñó.

Por esa universidad seguiremos, en su nombre, trabajando; por ella llamaremos a los nuevos estudiantes, para que en lugar de morir, vivan para la universidad…en lugar de usar armas, usen los libros, el argumento, la palabra, el canto; para que abracemos a nuestra alma mater sino queremos verla morir ante nuestras acciones.

Necesitamos más alumnos como Saúl, porque siempre fue un estudiante; lo necesitamos para que haya más estudiantes que crean en la vida que el saber propicia y desconfíen de la guerra, la confrontación, la polarización como alternativa universitaria. La Universidad necesita de alumnos que respeten su cuerpo, que no la violen porque esa mujer, esa madre, es la que trasmite el sentido a sus hijos; porque es fuente de vida y de placer; y al discurso, que es su amo, ella se entrega somete toda solo a él, en un acto de amor, en un acto de vida.

 

Gloria Patricia Peláez J.

 

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