30 de octubre de 2013
Hoy la universidad estaba
desierta…
Hoy 30 de Octubre fue un día duro en la Universidad de
Antioquia por dos razones fundamentales: por la soledad de la biblioteca, el
museo, los corredores y plazoletas, y por la marca que dejaron dos muertes que
no puedo apartar de mi consciencia y me empujan a buscar el sentido que tiene
esta coincidencia. Empeñada en traducir el sentimiento que las muertes me
producen, afanada por comprender la diferencia entre estos dos desenlaces fatales,
me serví de las enseñanzas del psicoanálisis, y recordé que siempre el sentido
viene del Otro, que la comunicación está interferida por el maravilloso malentedido
que la articulación significante propicia, mostrando que el decir del hablante está
regulado por la escucha del Otro.
Las dos muertes, dolorosas, enmarcan entonces el des-solado escenario de la Universidad de Antioquia: La primera muerte que se dio y supe, fue la del Maestro, que estremeció mi alma; la segunda, la del joven, que sentí en las entrañas e interrogó mi esperanza.
La muerte del Maestro Saúl Sanchez, nos deja una propuesta de vida, nos deja un estilo que seguir porque su verdad conquistada con su trabajo, logró hacer escuela de pensamiento en el departamento de psicología. Saúl también fue conocido en el Instituto de filosofía, y su actividad de enseñante la mantuvo hasta hace poco, porque después de jubilado seguía reuniéndose con sus alumnos a quienes amaba y que lo amaban.
La segunda la muerte es absurda, no solo porque se trata de
un joven de 22 años que apenas empezaba la vida e iniciaba el camino del saber
y que no podemos comprender porque no hay respuesta al por qué actuaba así, ni
en qué creía, ni por qué lo hizo. Un enigma nos deja sobre lo que fueron sus
deseos, sus preguntas, sus dudas, temores, y angustias; las palabras que no
pudo decir quedaron suspendidas sin poder ser escuchadas.
Pero si articulamos las dos muertes que azarosamente se
dieron, encontramos a posteriori un sentido, porque ambos son representantes de
nuestra comunidad académica. Esta muerte, la segunda, muestra la importancia y
el llamado y enseñanza que hace la primera: ese llamado es a la vida, a las posibilidades
que existen en el saber, como otra forma de lucha, otra forma de existencia más
humana…el saber perdura, y hoy más que nunca, necesitamos ver que lo absurdo de
una muerte, prematura, nos remite al maestro que el alma mater requiere para
encontrar nuevas formas de convivencia en nuestro lazo social. Y no puedo dejar
de preguntarme si la primera muerte, la del maestro, es decir, su falta, no
condiciona acaso la segunda muerte, la del joven?
Por esta razón y por otras, seguramente, la universidad está
desierta; desierta de certezas que orienten, de premisas que guíen; la universidad
está fría porque la muerte hizo presencia, está haciendo presencia. La muerte
llegó el mismo día a la universidad para llevarse con ella a dos “representantes” de la experiencia, de
dinámica vital que está en juego en nuestra alma mater: al maestro y al alumno.
Por eso el escenario del día 30 de octubre de 2013 fue ominoso, por lo paradójico
y contradictorio que cada personaje representa: El maestro Saúl, le enseñaría al joven lo que es la vida, y la riqueza que tienen
placeres como la lectura, el buen cine, el buen vino y los manjares que se
comparten con los amigos; ese maestro que fue Saul para todos, le enseñaría lo
que es la humanidad, porque él estaba muy cerca de los ideales griegos, a
quienes veneraba: él era sabio y erudito, pero humilde y a la vez apasionado en
su discurso; siempre quería saber más y se interesaba por desentrañar en las
letras la sabia que nutre el sentido de la existencia. Él como pocos, le
mostraría que delicia estaba encerrada en el pensamiento universal,
universitario. Su palabra tímida, sin pretensiones, habrían resonado en la
psique del joven alumno; habrían tocado esa Psique de la que habló además de
Freud, Erwin Rohde, en su bello texto Psique,
la idea del alma y la inmortalidad entre los griegos.
Y el mayor legado del maestro son sus egresados que lo
amaron, y que cuando iba a dictar una clase, se llenaban las aulas que mantuvo abiertas
y donde trasmitía, religiosamente, lo que previamente con cuidado obsesivo y
compromiso por sus estudiantes, preparaba. Cada clase lo angustiaba, porque su preocupación
mayor era no estar a la altura de las preguntas de sus alumnos; y sufría, pero también
gozaba estudiando para ellos.
En nombre de Saúl, nombre bíblico seguiremos hablando,
estudiando, escuchando música, con preferencia opera y el canto gregoriano,
para poder seguir creyendo que es posible una universidad culta como el nos enseñó.
Por esa universidad seguiremos, en su
nombre, trabajando; por ella llamaremos a los nuevos estudiantes, para que en
lugar de morir, vivan para la universidad…en lugar de usar armas, usen los
libros, el argumento, la palabra, el canto; para que abracemos a nuestra alma
mater sino queremos verla morir ante nuestras acciones.
Necesitamos más alumnos como Saúl, porque siempre fue un
estudiante; lo necesitamos para que haya más estudiantes que crean en la vida que
el saber propicia y desconfíen de la guerra, la confrontación, la polarización como
alternativa universitaria. La Universidad necesita de alumnos que respeten su
cuerpo, que no la violen porque esa mujer, esa madre, es la que trasmite el
sentido a sus hijos; porque es fuente de vida y de placer; y al discurso, que
es su amo, ella se entrega somete toda solo a él, en un acto de amor, en un
acto de vida.
Gloria Patricia Peláez J.
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